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Rendición de cuentas 2019
Mario A Noriega T.

Mario A Noriega T.

Arquitecto urbanista. Profesor Universidad Javeriana

¿Por qué la densidad sí importa?


Edición Nº 1. Junio de 2020. Pensar la Ciudad
Autor: Mario A Noriega T. | Publicado en June 14, 2020
Imagen articulo ¿Por qué la densidad sí importa?

¿Está Bogotá preparada para manejar las densidades de población más altas del planeta? Según el Plan de Desarrollo 2020 - 2024 todavía no. 

Difícil encontrar un tema de urbanismo sobre el cual exista más consenso y menos entendimiento que el de ‘densidad de población’.  

El consenso es que densidad alta es buena. En mi oficio de urbanista escucho a políticos, periodistas, académicos, funcionarios y aficionados decir enfáticamente que entre más alta la densidad mejor es la ciudad. 

Libros populares sobre urbanismo dedican capítulos enteros a alabar las virtudes de la alta densidad. Curiosamente sin dar cifras.  Simplemente, como dice la señora Sadik-Khan, que asesoró a la Administración Distrital pasada: “La densidad es el destino” (‘Street Fight’, 2017). 

Según la Real Academia Española ‘densidad’ es: “Número de individuos de la misma especie que viven por unidad de superficie”. Este concepto se extiende a número de viviendas, cantidad de metros cuadrados construidos o familias que se ubican en una unidad de superficie que puede ser hectáreas, kilómetros cuadrados, sectores, localidades, o barrios.

Hay argumentos convincentes sobre las ventajas de concentrar población. Por ejemplo, facilita la prestación de servicios de salud, educación, seguridad, etc. Hace viable utilizar sistemas públicos de transporte y no obliga a extender innecesariamente redes de servicios públicos. También genera beneficio ambiental porque utiliza intensamente el suelo y evita que se expanda la ‘huella ecológica’. 

Después de mencionar los beneficios de la densidad, sus defensores generalmente destacan los males que genera la expansión urbana indiscriminada, como la mala calidad de los desarrollos suburbanos, los peligros de la ‘conurbación’ y los horrores del ‘sprawl’ como se le conoce en textos internacionales. 

No hay duda. La densidad tiene ventajas.  Genera contacto social, facilita la cultura e incentiva la creatividad. Crea oportunidades de empleo, disminuye costos de producción, facilita el consumo, etc., etc. Y además, esto se asocia con mejor ‘calidad de vida’. 

La pregunta clave es: ¿Cuál es la densidad ideal? Esto es importante porque los mismos expertos que alaban la densificación también advierten sobre sus riesgos si por exceso se producen ‘deseconomías de escala’, contaminación, congestión y ahora facilita la propagación del covid-19. 

Manuales de diseño urbano enseñan que densidad ideal para un barrio es la relación entre número de niños y el tamaño de la escuela a la que pueden llegar caminando. La relación matemática es simple: si hay 1.000 niños y todos pueden caminar hasta una escuela para 1.000 niños, la densidad está bien. El problema está cuando sólo hay cupo para 500 niños, o en el barrio hay 2.000 niños. 

Como vimos, la densidad ideal no es un número fijo, sino una relación entre usuarios y oferta de servicios. Por eso es tan importante determinar para sectores de la ciudad la capacidad de la infraestructura y confrontarla con el número de habitantes que se espera atender. Cuando hay equilibrio nos acercamos a la densidad correcta. 

Algunos autores se han atrevido a dar un número. En el texto sobre urbanismo más influyente del siglo 20: “Muerte y vida de las grandes ciudades americanas” la gran Jane Jacobs sugiere que para preservar la vitalidad del Greenwich Village, su barrio preferido en Nueva York, o para lograr un ambiente urbano de calidad, la densidad debe estar entre 309 y 494 viviendas por hectárea útil.  

 Robert Cervero, experto en transporte, que ha asesorado a Bogotá, dice que un sistema de transporte público solo se puede sostener con densidades por encima de 30 viviendas por hectárea; y con un modelo muestra las ventajas de aumentar la densidad hasta un tope de 346 viviendas por hectárea (“Transit Villages in the 21st Century’, 1997). 

Otra manera de buscar la densidad ideal es a partir de la ‘calidad de vida’. En encuesta anual la revista The Economist muestra las mejores ciudades para vivir. En 2018 la mejor era Viena (34 habitantes por hectárea), le siguen, Melbourne (50 habitantes por hectárea) y Osaka (64 habitantes por hectárea). 

En la misma encuesta las peores ciudades para vivir son: Damasco (144 habitantes por hectárea), y le siguen, Dhaka (232 habitantes por hectárea), Lagos (181 habitantes por hectárea) y Karachi (189 habitantes por hectárea). 

Y en este contexto ¿Cuál es la situación de Bogotá? 

En lista que publica la fundación City Mayors con las ciudades más grandes del mundo clasificadas según densidad, Bogotá aparece de novena con 135 habitantes por hectárea. Las cuatro ciudades mencionadas con peor calidad de vida son más densas que Bogotá, y las primeras diez ciudades con mejor calidad de vida todas son menos densas que Bogotá. 

¿Y cual es el problema?  Muy sencillo. Que todos los esfuerzos de planificación de Bogotá buscan que la ciudad sea más densa. Por ejemplo, el Plan de Ordenamiento Territorial de la anterior Administración, aunque no fue aprobado, hoy se aplica con decretos reglamentarios que quieren elevar la densidad a 220 habitantes por hectárea. Esto nos ubica de terceros en la lista de las ciudades más densas, entre Calcuta y Karachi. 

La “Joya de la corona” para la actual Secretaria de Planeación es ‘Lagos de Torca’. Este proyecto, de la pasada administración, estaba en el POT que no se aprobó, pero se está ejecutando por medio de decretos reglamentarios. Su densidad es de 194 habitantes por hectárea. La densidad es de 785 viviendas (VIS) por hectáreas útil (59% más que el tope sugerido por Jane Jacobs para Manhattan y 226% más alto que el rango superior analizado por Cervero). Por su número de habitantes este sector tendrá la tercera densidad promedio más alta del mundo.

Sobre ‘Lagos de Torca’ surgen dudas: ¿Esta concentración de habitantes tiene previstos y con presupuesto los servicios que requiere? ¿Hay oportunidades de empleo en el sitio? Y si el empleo está en otro sector: ¿Hay diseños y recursos para movilizar la población? 

Un argumento para defender las densidades extremas es que la población no se concentra en un solo sitio. Para equilibrar hay sectores con densidades bajas. Además, la densidad promedio es sólo un indicador genérico. Y esto es cierto. Por ejemplo, Bosa tiene 280 habitantes por hectárea (el doble que el promedio de Bogotá) y Kennedy 256 habitantes por hectárea (la misma densidad de Manhattan, la zona más densa de Nueva York). Pero Chapinero tiene 39 habitantes por hectárea (similar a Viena) y Usaquén 79 habitantes por hectárea (1,7 veces más baja que el promedio de Bogotá). El problema aparece cuando se quiere densificar todas las localidades. Por ejemplo, con renovación urbana. 

La norma con la que actualmente se aprueban planes parciales de renovación urbana en Chapinero, que se muestran como modelo, permiten más de cinco veces la densidad en metros cuadrados de construcción, que proyectos como ‘Madrid Nuevo Norte’ que se vende como “la mayor intervención de regeneración urbana de Europa”.  ¿Es esto renovación o simple especulación? 

Otro caso extremo es el proyecto ‘Alameda entre parques’, que tampoco fue aprobado en el POT que se hundió el año pasado, pero que sigue vigente con decretos reglamentarios. Con densidad de 559 habitantes por hectárea (es 188% más denso que el promedio de Mumbai la ciudad más densa del mundo y 1,5 veces más denso que Dharavi el tugurio más famoso de Mumbai). 

Algunas preguntas finales: ¿Bogotá puede manejar estas densidades? ¿Los servicios y la infraestructura existente o proyectada cuentan con diseños y presupuesto para soportar las densidades más altas del planeta? ¿Las autoridades distritales son consientes de este tema y lo quieren manejar? ¿O prefieren que quede en manos de especuladores inmobiliarios?

En ningún artículo del Plan de Desarrollo 2020 – 2024 que presentó al Concejo la actual Administración Distrital se mencionó: ‘densidad de población’. ¡En ninguno...! Sin embargo, sí se aprobó que empresas de transporte como Transmilenio y el Metro se puedan dedicar a proyectos de renovación urbana ¿Con cuál criterio de densidad?

Ojalá el Plan de Ordenamiento Territorial, que viene en proceso, no sea igual.