×
Enlaces de servicios prestados por la Universidad
Servicios Universidad Distrital
Servicios
Rendición de cuentas 2019
Medófilo Medina

Medófilo Medina

Ph.D en Historia de la Universidad M.V.Lomonosov de Moscú, profesor titular y emérito de la Universidad Nacional de Colombia

28A: Paro Nacional – Estallido Social


Edición N° 12. Julio-Agosto de 2021. Pensar la Ciudad
Autor: Medófilo Medina | Publicado en July 30, 2021
Imagen articulo 28A: Paro Nacional – Estallido Social

Necesidad de análisis no rutinarios

El pasado 29 de junio un comentarista en El Espectador señalaba que del Paro Nacional en Bogotá quedaban solo debilitados vestigios en el Portal Américas, en el Portal Suba, en el 20 de Julio y en Usme. Con pretendida perspicacia advertía que desde el comienzo habían operado factores en la movilización que permitían adelantar tal evolución cuando se habría albergado la indeseable composición de lo amorfo, atomizado y descentralizado. En el fondo el ideal habría sido el de una movilización susceptible de “homogeneizar”. En visiones como la anterior Colombia habría sido sacudida durante dos meses por un cataclismo que se habría agotado en sí mismo sin dejar rastro perdurable.

Lo que el país vivió, algunas de cuyas poderosas corrientes aún agitan las aguas, no habrá quedado atrás, como acontecimiento útil quizá para la composición de narrativas pintorescas. La acción heroica de la gente, su imaginación sin fronteras, su decisión para desafiar la represión brutal y letal, la reivindicación de sus derechos y la defensa de la vida y de la dignidad han sembrado un potencial democratizador y humano que es preciso hacer florecer. Uno de los requisitos para que esto se realice con acierto son los avances que produzcan en primer lugar los jóvenes, actores y participantes del movimiento, los investigadores que lo han seguido, los dirigentes políticos y sociales que han contrastado su propia visión del país con lo ocurrido en el escenario nacional y sus repercusiones en el plano internacional

Dos vertientes del 28 A

El título del presente artículo distingue las dos vertientes del 28A: el Paro y el Estallido Social. Íntimamente relacionadas pero diferenciables en la realidad y en el análisis. Sorprende que la convocatoria concreta de Paro empezó a difundirse a finales de febrero de 2021. Semana al respecto informaba: “Las organizaciones sindicales convocaron para el próximo 28 de abril un paro nacional durante 24 horas, de acuerdo con estas organizaciones, entre las que se encuentran la CUT, la CGT y la CTC, así como los educadores y las confederaciones de pensionados, la movilización se realizará en oposición a la reforma tributaria, laboral y pensional, que aseguran, el gobierno prepara a lo largo de este año.”   

Antecedentes del Paro

Es cierto que el Paro Nacional y el Comité tuvieron en el 21N de 2019 su exitosa plataforma de lanzamiento interrumpida por el Covid19 pero ante todo por el tratamiento que a la pandemia dieron las autoridades tanto del orden nacional como departamental que convirtieron sin mayor examen todo tipo de confinamientos en la estrategia salvadora.  En la cita del párrafo anterior aparecieron las organizaciones que con mayor persistencia se asocian al Comité Nacional de Paro (CNP) a las cuales habría que agregar algunas organizaciones estudiantiles.  No estaba en las posibilidades reales del CNP convocar a una revuelta social, tampoco tenía la intención de hacerlo. Pero la convocatoria desencadenó el estallido social, el espacio político-emocional en el que al punto entró la multitud política.

El Estallido Social

Desde el primer momento del 28 de abril el estallido social irrumpió impetuoso sin pedir autorización a nadie en las vías de las grandes ciudades y en los lugares públicos de muchos pueblos de Colombia. Ya el primer día se registraron manifestaciones de masas en 600 municipios. El protagonismo desde el primer día fue de los jóvenes, aquellos que ya había mostrado el cine de Víctor Gaviria como actores del no futuro. Ahora el ademán de los y las jóvenes ha sido el de asumirse como ancha franja de neoempoderados. 

No se orientan mayoritariamente por la marcha, prefieren la concentración para la cual no hay objetivos espaciales distantes. El poder está en todas partes y no en escenarios consagrados para los rituales públicos o los contrarrituales alternativos o revolucionarios. El poder campea sobre el hambre en los barrios. En las desembocaduras de la circulación de la gente que son las grandes estaciones del transporte público se situó, se consagró uno de los escenarios de la protesta que la presencia y acción del ESMAD, de la Policía, del Ejército, del Goes, convirtieron en teatro de guerra y los manifestantes como lugar del desafío. En Bogotá el Portal de las Américas, en Cali Puerto Rellena, rebautizado puerto Resistencia, solo para nombrar dos de los más destacados. Son puntos, pero ante todo son referencia de conjuntos barriales. El primero es lugar de tránsito de la gente de localidad Kennedy, rodeado de barrios populares como Britalia, Nueva Britalia, Margaritas, El Rosario, Villa Andrea, Dindalito. El segundo directamente vinculado al Distrito de Agua Blanca, la zona más densamente poblada de Cali que en cierto modo se extiende paralelamente a la ciudad.  Pero Siloé y otros grandes barrios en Cali dispusieron de su propia Primera Línea.

Una peculiaridad del 28A fue la multiplicidad de lugares en los que la protesta alcanzó una alta densidad y que al tiempo se configuraron como modelos de acción diferenciados. En el Monumento a los Héroes en Bogotá las manifestaciones culturales y artísticas tuvieron prelación, como también ocurrió en la Loma de la Cruz en Cali, rebautizada como Loma de la Dignidad. También la pluralidad social fue notable. Los “ni ni”, jóvenes privados de empleo y sin posibilidades de estudio, pero otros provenientes de la pequeña burguesía y de las capas medias, también del campesinado. 

¿Nuevas vanguardias?

Tomaron parte con iniciativa propia conjuntos sociales estigmatizados, sistemáticamente chantajeados por la policía como son las trabajadoras sexuales, los Trans y otras categorías de la población LGBTI. Del subsuelo social emergieron a la superficie social conjuntos de la población que sintieron confianza al sentirse compelidos por la energía de la poderosa acción colectiva y que decidieron tomar parte en el enfrentamiento contra aquellas fuerzas que los reprimen aprovechando el aislamiento social.  Alguna vez escribió Lenin que hay momentos en la historia de las revoluciones cuando se impone la hegemonía de las bases. Quizá este es en Colombia uno de esos momentos. 

Por razones de espacio, pero también porque han sido señaladas con pertinencia en diversos análisis y comentarios las causas económicas y sociales que explican el estallido social no se abordan aquí  

Con diferencias de diverso orden, las grandes ciudades fueron teatros del estallido social, pero como ya se indicó el escenario de la protesta fue el país. Por ello, aunque en el análisis se pretenda elaborar imágenes de conjunto, los resultados serán por ahora muy parciales. Hace falta tomar conciencia de la magnitud de la tarea de investigar los contenidos y las consecuencias que ha tenido y seguirá teniendo el 28A. El ejercicio investigativo supone la elaboración de múltiples narrativas que ofrezcan una rica base factual para la elaboración de modelos mentales comprensivos de la actual protesta. 

La Primera Línea

Hubo una experiencia que despertó desde la iniciación de la movilización una gran atención. La llamada Primera Línea. Contra su denominación en singular se impone que en cada experiencia la Línea se abre al menos en cinco y que en cada lugar La Primera Línea da lugar a un modelo propio que se mantiene, al paso que no aparecen propuestas por crear una “articulación”, concepto entrañable para la izquierda de vieja data, que inscriba a la Primera Línea en una estructura nacional jerarquizada. La Primera Línea se asoció desde su origen a un dispositivo de protección frente a la represión brutal y letal de la fuerza pública. No opera en la lógica del tropel de los grupos que se identifican con la acción ofensiva, con el lanzamiento de explosivos. Antes que identificaciones simbólicas son notables los elementos prácticos que los distinguen.  Según la periodista Mónica Rivera Rueda esos elementos son: las caras cubiertas, las gafas, los cascos, los guantes  Ese equipo es ya una exigencia cuyos elementos no provee la organización a los militantes, sino que se recogen en las comunidades. Según la misma periodista 10 localidades en Bogotá han contado con su Primera Línea.

En una aproximación inicial Julio Cesar Londoño identificó los componentes de la Primera Línea en Cali en el esquema siguiente:

L1: protege a los manifestantes y a las otras líneas.
L2: Línea de choque, los jóvenes lanzan piedras, explosivos caseros, relanzan cilindros lacrimógenos.
L3: construyen barricadas y hacen maniobras de distracción con punteros laser para cubrir los ataques de la L2.
L4: integrada por médicos y enfermeras.
L5: sus integrantes suministran máscaras antigás (pañuelos empapados en vinagre, bolsas de Leche, solución de agua con bicarbonato).

Imagen21

Más allá de sus patrones organizativos, de los elementos conceptuales y de los dispositivos legitimadores que difieren en las distintas experiencias, La Primera Línea, no ofrece el modelo o síntesis del 28A en la vertiente del estallido Social, pero si es un camino de entrada para entender el modelo de protesta social que ha vivido Colombia durante dos meses largos y que aún hoy no puede cubrirse como tiempo ya pasado. La Primera Línea se convirtió para diversos conjuntos sociales y culturales en una especie de amplia razón social bajo cuya cobertura simbólica se han cubierto diversas iniciativas de acción colectiva. Seguramente los lectores vieron las fotos y videos de una primera línea de hombre jóvenes con escudos impecables, guantes, gafas, cascos. Está integrada por sacerdotes quienes en esta época de revuelta no se quedan refugiados en los templos para el ejercicio de su ministerio pastoral. Han impactado las madres también organizadas en su primera línea que de allí atienden las ollas comunitarias acompañadas por hombres que se han metido a la cocina.

El Estallido Social: su lugar en la historia

El Paro nacional, La protesta social, el Estallido social han plasmado el capítulo más importante, original y prolongado de la historia de la muchedumbre política en Colombia. Quizá ayude a entender el sentido y alcance de lo que el país ha vivido, una lacónica definición del filósofo Baruch Spinoza que ha sido citada por Michel Hardt y Antonio Negri: “Multitud: multiplicidad de singularidades que se disponen en un orden determinado” . El estallido social del 28A no entró en un orden preexistente, creó uno propio que es preciso aprehender, estudiar, revelar dado que no pude encontrarse en manuales. 

Lo anterior lo entendió muy bien la extrema derecha. De allí la temprana apelación de Uribe Vélez al “terrorismo vandálico”. Es eso lo que ha llevado al presidente vicario a reducir la discusión del pliego del CNP y de condicionarla al punto de los bloqueos y a la exigencia de su condena universal no solo para el presente sino para el futuro. En los bloqueos encallan también los prejuicios autoritarios y sectarios de la alcaldesa Claudia López. Los bloqueos, como el uso de los piquetes por trabajadores en huelga, son fórmulas legítimas de acción que coadyuvan al éxito de la movilización. No están excluidos de la discusión. En numerosos puntos líderes de La Primera Línea mediante negociación accedieron a la flexibilización de los bloqueos o a su levantamiento.

El “vandalismo” es un tema distinto y no se pueden señalar sectores dentro del Comité de Paro, ni en las primeras líneas, ni en ningún dispositivo de dirección de los manifestantes que estimulen a los vándalos. Al contrario, se multiplicaron las condenas al vandalismo, su control no podía asignársele a los manifestantes dado que estos estaban suficientemente comprometidos o bien en la protección de la gente que protesta o en la contención de la brutalidad del ESMAD, la Policía, el Ejército, el Goes, agentes del CTI. La Policía además actuó en connivencia abierta con civiles armados que, por ejemplo, en Cali salieron de Ciudad Jardín, una zona de vivienda de la “gente de bien” para disparar contra la Minga, los estudiantes de la Universidad del Valle y los manifestantes de la localidad de Meléndez. El vandalismo no juega en favor de la protesta. Se manipula en su contra. 

¿Hacia una nueva época histórica?

El encuentro del 28A, la Mesa de la Habana y el Acuerdo de Paz están llamados a darle forma a una nueva época histórica en Colombia. De hecho, el movimiento social que entró en auge desde 2011 tendió redes con ambos fenómenos y fue posible por la desaparición de la FARC como estructura militar, nacional, con unidad de mando y enorme capacidad de fuego. Ya los gobiernos no pueden operar y en el futuro no podrán hacerlo desde el dispositivo propagandístico de presentar la protesta popular como resultado de la intervención de las FARC.

Se acabará de entender esta idea del umbral de una renovación democrática si se acude a la recuperación de la secuencia de las muchedumbres políticas que sentó sus hechos de protesta, de rebelión entre el Motín Bogotano de enero de 1893 y la manifestación masiva de repudio a las FARC el 4 de febrero de 2008. Al incluir el 28A en esa ya larga curva se tienen 9 grandes momentos de ese peculiar derrotero de presencia política de las masas. 

Han sido Protestas abruptas, inesperadas, motivadas por una pluralidad de causas, pero precipitadas por un factor desencadenante. Cada capítulo mostró una vocación para inducir grandes cambios, que vale la pena subrayarlo, no siempre se realizaron en favor de un avance progresista.

Al señalar esa historia de la muchedumbre política en Colombia en este bosquejo de análisis sobre el Estallido Social actual no se parte de la idea de que entre la gente opere una conciencia sobre el proceso de la protesta política y que en cada capítulo los participantes se sientan los continuadores del evento anterior. La muchedumbre política hasta ahora no se ha asumido como una tradición. Sería cognitivamente productivo tomarla como un síntoma. Pero ¿un síntoma de qué? De la instauración y persistencia de un sistema político autoritario y violento que no ha permitido el trámite normal, democrático de las demandas de la gente ni la expresión institucional de la indignación.

El 28A como evento de participación política nueva que llevó a las calles enormes contingentes humanos que antes no se habían manifestado tiene un altísimo potencial democratizador. Colombia no va a ser la misma. Para que las potencialidades democráticas se realicen en la práctica es preciso comprender qué es lo que el país ha venido viviendo. Es un ejercicio que debe comprometer a los protagonistas mismos, a los y las jóvenes que estuvieron en los puntos, a quienes se enfrentaron a la brutalidad oficial. Lo más indeseable son las posiciones normativas de quienes se sienten investidos de autoridad para prescribirles a otros lo que deben hacer. Los dirigentes de los movimientos sociales clásicos deben hacer acopio de curiosidad y modestia, los miembros de las corrientes políticas alternativas pueden aprender de quienes recién iniciaron el camino de la participación política.

Por su parte el gobierno de Duque, el Centro Democrático y sus aliados buscan también inspiración en la manera como han obrado en la respuesta a la protesta: la represión, la negación del diálogo. El movimiento sobre la marcha misma impuso logros importantes que no fueron resultado de negociación alguna. La actitud del gobierno corresponde a la política de permanente atentado contra el Acuerdo de Paz. La ultraderecha prepara las elecciones manteniendo el control de todas las agencia e instancias burocráticas. Frente a la participación política de quienes antes estaban bajo la influencia de la indiferencia esos recursos dejaran ver sus límites, así como los intentos por prolongar las coordenadas de la guerra para mantenerse en el poder.