Gerardo Ardila
Ex - Secretario de Planeación de Bogotá
El área metropolitana de Bogotá con el municipio de Soacha
Edición Nº 4. Septiembre de 2020. Pensar la Ciudad
En lo que hoy es territorio de Soacha hay humanos desde hace trece mil años cuando, convertido en un inmenso páramo, el altiplano bogotano albergaba caballos y mastodontes, venados y conejos, que facilitaban la vida de los seres humanos que llegaban hasta aquí desde el Valle del Magdalena, en temporadas de cacería. Hace cinco mil años, sus mujeres habían descubierto el cultivo de plantas ricas en azúcares y carbohidratos, que permitían asentamientos más estables en estas tierras altas. Tres mil años más tarde, las sociedades muiscas ocupaban casi todas las terrazas que delimitan las áreas de inundación de los cientos de ríos y quebradas que forman parte de la cuenca del Río Bogotá, ubicando sus poblados a lo largo de sus cursos, pero manteniendo formas de organización del espacio verticales para aprovechar mejor los distintos pisos térmicos y sus ofertas infinitas. A pesar de que los europeos utilizaron la estructura de poblados existente, no entendieron el modelo vertical de pisos ecológicos y perdieron de vista esa estructura espacial regional; desarrollando luego los preceptos de ordenamiento territorial surgidos de las reformas borbónicas para mantener el control político y económico sobre los americanos. Los españoles habían traído consigo también las ideas de autogobierno local y autonomía, base fundamental de los reclamos del movimiento comunero que les costó la vida a sus dirigentes.
La historia de estas tierras es la historia de la confrontación entre modelos de ocupación territorial enfrentados: ocupación vertical para tener acceso a múltiples pisos ecológicos frente a la distribución horizontal del territorio; centralismo colonial frente a reclamaciones de autonomía local; solidaridad territorial regional frente a defensa territorial local. Esos pares de oposición siguen estando en la base de todas las discusiones y debates sobre las posibilidades de un gobierno supramunicipal en el altiplano, de menor escala que el ejercido por el Departamento y su gobernación.
Alrededor de 1945 se impuso en la ciudad la idea de una visión regional del desarrollo urbano local (Acto Legislativo No. 1 de 1945). En 1951 Le Corbusier presentó su Plan Piloto de escala metropolitana, compuesto entre otros por un Plan Regional y un Plan Metropolitano, seguido por el Plan Regulador, contratado con sus socios norteamericanos Wiener y Sert. Las leyes disponibles, la Constitución, las recomendaciones de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y las exigencias de la Revista Proa, creaban un entorno favorable a las acciones metropolitanas. En 1954 se anexaron a Bogotá seis municipios (Usaquén, Suba, Fontibón, Engativá, Bosa y Usme), con una fuerte oposición del gobernador de Cundinamarca. Y en 1955, después de las anexiones, se proyectó un primer Anillo Metropolitano futuro para Bogotá que incluyó a Soacha en este conglomerado. Ya Soacha empezaba a recibir los efectos de las decisiones adoptadas en Bogotá iniciando su crecimiento por encima de los demás municipios de la región. Tal vez por eso, los gobernantes de Soacha siempre han apoyado las propuestas de asociarse con Bogotá mediante cualquier mecanismo posible, incluyendo las propuestas variadas de un área metropolitana.
En el siglo XXI proyectos de escala inverosímil, como Ciudad Verde, se desarrollaron en Soacha a pesar de los graves problemas de oferta de servicios públicos y equipamientos que un crecimiento brutal y en tan corto tiempo genera para la región en general y para Soacha, en particular. Además, el esquema de segregación socioespacial de la ciudad se proyecta sobre la región, llevando a la localización de desarrollos de alto costo en la zona norte y concentrando en el sur los desarrollos dirigidos a las poblaciones de trabajadores con una menor capacidad de pago. Soacha alberga la mayor cantidad de personas y familias desplazadas y víctimas de las violencias del país.
El rápido crecimiento del municipio de Soacha llevó a la colonización de los cerros para solventar las necesidades de vivienda de desplazados de las guerras y para empobrecidos migrantes internos de la ciudad de Bogotá. Entre 1973 y 1975, varios barrios nuevos fueron apareciendo, como producto de los loteos de Rafael Forero Fetecua en torno de la Laguna (embalse) de Terreros y a la acción de la Central Nacional Provivienda que delimitó lotes en los Altos de Cazucá, mientras que, al otro lado de los cerros, en Bogotá, ocurría lo mismo con la avanzada de loteos en los Altos de La Estancia. Llegarían a encontrarse en el filo de la montaña, dejando a Bogotá de un lado de la calle y a Soacha del otro, pero con la misma pobreza y las mismas necesidades de sus habitantes. Muchos de los barrios se levantaban de manera precaria sobre los restos de viejas minas y canteras abandonadas, cuyos propietarios nunca cumplieron con las obras de cierre obligatorio, dejando estas áreas en un altísimo riesgo de derrumbe y erosión. Reubicar a miles familias y mejorar el entorno para todos los habitantes de estas zonas se convirtió en una obligación inmediata para los gobernantes.
El gobierno de Lucho Garzón prestó atención inicial a los problemas de estas comunidades; en el gobierno de Gustavo Petro esta zona fue motivo de acciones integrales que buscaban crear nuevas condiciones de vida en los Altos de La estancia, con inversiones que sobrepasaron los 70 mil millones de pesos, en obras públicas necesarias, la reubicación de familias en riesgo y en la creación de programas sociales especiales para atender las urgencias más protuberantes de las familias locales. Pero no se podía eludir el hecho de que al otro lado de la calle se extendía Soacha, con iguales -y a veces mayores- necesidades. El gobierno de la ciudad de Bogotá no podía hacer inversiones en el territorio de otro municipio, así que la angustia por encontrar una salida vislumbró una alternativa en la creación de un área metropolitana entre Bogotá y Soacha, aprovechando las experiencias adquiridas y la decidida colaboración del gobierno nacional en cabeza del ministro del Interior Juan Fernando Cristo (el Presidente de la República apoyó el proceso en un acuerdo con el gobierno bogotano).
Los alcaldes Juan Carlos Nemocón, de Soacha y Gustavo Petro, de Bogotá, se pusieron al frente y en muy poco tiempo se dispuso de un borrador que se discutió y complementó con el equipo jurídico del Ministerio. Por entonces, los intentos por crear un área metropolitana que incluyera a un número grande de municipios de la Sabana habían encontrado un freno en la Registraduría Nacional y en una triquiñuela del Congreso para excluir a Bogotá de la nueva Ley de Áreas Metropolitanas (Ley 1625 de 2013), a pesar de haber logrado avances sin precedente en los acuerdos entre la ciudad y los alcaldes municipales y haber avanzado en el proceso de preparación ciudadana para participar en la votación requerida para la creación del área metropolitana. Bogotá lograba la creación de la Región Administrativa de Planeación Especial -RAPE-, con la participación del Tolima, Meta, Boyacá, y Cundinamarca, pero las formas de menor escala como las Asociaciones de Municipios habían sido desprestigiadas y habían perdido toda su fuerza, así que la propuesta de un área metropolitana entre los dos municipios -Soacha y Bogotá- era imperativa.
Esa urgencia concluyó con el Proyecto de Ley 110 de 2014, una propuesta de ley especial que se llevó al Congreso; ante la negativa inmodificable de la Registraduría Nacional, invocando en su decisión una ley de 1887, la administración de Petro buscó la declaratoria del área metropolitana proponiendo que el Congreso expidiera la ley que se requería, estableciendo el régimen político, administrativo y fiscal especial “que le resultara aplicable”. El proyecto quedó en manos del senador Juan Manuel Galán, quien debía presentar ponencia en un mes. El senador nunca hizo su ponencia; la formulación del Plan Estratégico Metropolitano que Soacha y Bogotá adelantaban se quedó frustrada en el cajón de su escritorio.