Gerardo Bazante Caldas
Licenciado en educación y sociólogo. Investigador social y educativo. Contratista Universidad Distrital FJC.
El entramado de conflicto-crimen y violencias. El bajo y el alto mundo bogotano
Edición N° 14. Octubre-Noviembre de 2021. Pensar la Ciudad
Breve historia
Hablar de la combinación del conflicto, los crímenes y las formas de violencia en la capital nos permite explorar elementos de nuestra historia reciente, o sea del siglo pasado y lo que llevamos de este. A la vez que hacer referencia a la relación de Bogotá con el país.
La capital del país ha sido una ciudad construida de manera caótica desde lo ambiental, lo urbanístico y lo social. Pero también ha tenido una fuerte influencia de lo que acontece en el país y es receptora de sus males, sin desconocer que en la ciudad también se han gestado delincuentes de todo tipo desde los de cuello blanco hasta los delincuentes de ocasión; la ciudad fue creciendo a partir de lo que ofrecía para el migrante interno en el marco de la violencia de los años cincuenta y el posterior paso de las guerrillas partidistas a las guerrillas revolucionarias de los años sesenta y sus comandos urbanos; los migrantes no solo trajeron sus problemas sino que aportaron fuerza de trabajo y mestizaje cultural.
Las migraciones de los años cincuenta llegaron al barrio las Cruces y los barrios aledaños a este, formando un cinturón de miseria entre el centro y los cerros, después se fue colonizando los cerros del sur-oriente (San Cristóbal, Usme y Uribe Uribe) y del sur (Ciudad Bolívar), los pequeños pueblitos vecinos (Usme, Bosa, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén); los recién llegados encontraron espacio en los inquilinatos de esos barrios, personas venidas de todos los confines, del mar caribe, con su bulla y alegría, del mar pacífico, como testigos de la esclavitud; de las tres cordilleras y del extranjero; la mayoría a trabajar y otros a delinquir, vinieron de sufrir el desplazamiento forzado y económico a sufrir la estigmatización, la segregación, la exclusión social, la aporofobia, el hambre y el desempleo, ese cambió les implicó adaptarse de cualquier manera a las nuevas condiciones de vida, cambiaron su terruño por la gran ciudad y sufrieron las consecuencias de ese cambio, aunque también tuvieron las oportunidades de estudio y de salud, que no tenían en su destierro de origen.
Vinieron entre ellos, exconvictos y reos ausentes expulsados de sus lugares de origen, aquí encontraron refugio y seguridad, la ciudad facilita eso para quienes huyen de la justicia, se juntaron con la delincuencia vernácula, se organizaron para el crimen y se volvieron un referente para otros “malandros”, sus lugares de encuentro eran los bares, los billares, los grilles, las casas de citas e incluso los patios de las cárceles, donde se conferenciaba sobre “las mil y una modalidades del paquete chileno” entre otras temáticas de esa escuela del crimen que es la cárcel; bandas como la “Pesada” que asaltó los primeros bancos de la ciudad, las nóminas de algunas empresas e incluso hacían extorsiones, mucho antes que la guerrilla urbana. Dicha banda estuvo integrada por tolimenses, paisas y vallunos, innovaron en el delito al usar buenas armas, autos y planificar sus acciones de manera detallada, fue una de las más representativas de los años cincuenta, sesenta y setenta, algunos de sus miembros protagonizaron una espectacular fuga masiva de la cárcel Modelo, saliendo por la puerta grande y arrasando con todo a su paso; dominaron el bajo mundo citadino y carcelario; existieron otras bandas importantes que fueron y aun son, llamados los “internacos”, delincuentes internacionales que actúan en varios países y vienen para navidad a gastar sus rentas ilegales, con los vecinos de los barrios donde viven sus familias, imponen su ley y vuelven a salir del país.
Hay que resaltar algunos barrios históricos para el hampa criollo, en donde los hijos de los migrantes delincuentes de los años cincuenta, que se criaron en ese ambiente y heredaron las pandillas y las bandas por el solo hecho de ser los hijos de los “duros”; se posicionaron por periodos en los diversos barrios de la capital, entre ellos están las bandas de los barrios Quiroga, Centenario y las Ferias, escenarios en los que lograron reconocimiento como delincuentes admirados y de respeto.
Bogotá de finales siglo y comienzo del siglo XXI
Hoy producto de muchos factores como la herencia del accionar de los carteles de Medellín, Cali, el Norte del Valle y otros menores, la exportación de droga y el menudeo al interior del país; Bogotá como producto de los acuerdos de Cumaribo- Vichada, (2007), se convirtió en el paraíso del lavado de activos y legalización de dineros en todas sus modalidades, más de quinientos centros comerciales entre pequeños, medianos y grandes, son evidencia de esto, sin contar con otros tipos de negocios, que sirven para los mismos fines, pero eso impidió que la ciudad tuviera Bacrim.
Esto de alguna manera libró a la ciudad de tener grupos armados de tipo paramilitar, pero no de otras modalidades de delito que surgieron paralelas al accionar de las mafias, como la “venta de servicios”; que en el nuevo siglo se crearon ligadas al narcotráfico, como estructuras de crimen organizado que ofertan: venta y alquiler de armas, oficinas de cobros, de sicariato, de seguridad privada ilegal y de prestamos (gota a gota o paga diarios), alquiler de vehículos y motocicletas robados para lo que se necesite, franquicias para la distribución de alucinógenos
En los últimos tiempos, el aumento de los hurtos a residencias, comercio, bancos, vehículos y personas, el homicidio y las lesiones comunes no han bajado en las estadísticas a un solo digito y no bajarán así se tomen medidas para contrarrestarlas, por razones de todo tipo como el aumento de la migración especialmente de venezolanos, el confinamiento y el desempleo que ha aumentado la pobreza, sumado a otros factores, principalmente de exclusión social y marginamiento, de falta atención a los más necesitados y a la escasez de oportunidades para los estratos más bajos de la sociedad bogotana; los asaltos al transporte, la violencia en el actuar delictivo “primero lo elimino y después lo robo”, la modalidad del “pirañeo”, atacar en grupos grandes a una víctima, son recientes y hacen parte de las nuevas modalidades del accionar delincuencial.
La trata de personas, el proxenetismo y el ejercicio de la prostitución, ha aumentado con la migración de extranjeros; las personas recién llegadas son instrumentalizadas para esta actividad y para la comisión de delitos, lo mismo que para “frentiar” el romper las fronteras invisibles pactadas para el menudeo de drogas por parte de los jibaros, porque “salen más baratos” y no tienen dolientes (Informe Fundación Ideas para la Paz FIP, marzo de 2021. Migrantes y Delitos).
En el año 2011, se realizó un experimento interesante con el “programa Jóvenes en Paz” que demostró que invertir en lo social y a quién lo necesita baja las estadísticas de delitos como el homicidio, el hurto y las lesiones comunes )Programa “Jóvenes en Paz”, Alcaldía de Bogotá, 2011).
Hoy se asiste a un incremento del crimen organizado con características más violentas que los años anteriores, se ha diversificado y se presentan organizaciones más complejas, en las que se da “la división técnica del trabajo”, unos hacen inteligencia, otros “campanean”, otros actúan y finalmente otros cubren la retirada; utilizan vehículos de gama alta y motocicletas; armas tipo pistola y traumáticas, se disfrazan de mensajeros, vendedores ambulantes y autoridades; si bien la tecnología ha avanzado y las cámaras de seguridad aportan mucho al reconocimiento del delincuente, la inteligencia policial lo mismo que las redes sociales, pero los delincuentes se han ido adaptando a esas nuevas condiciones, conocen la ley y juegan con eso, tienen apoyos de abogados, relaciones con policías corruptos y hasta paramédicos para casos de emergencia.
Por otra parte, el papel que juegan los medios se convierte en un generador de miedos en la percepción que tienen las personas sobre los delitos, que puede generar xenofobia e incluso aporofobia, lo cual aumenta la exclusión de capas de la población que hoy habitan la ciudad como los migrantes extranjeros y nacionales, los habitantes de calle, los mendigos, las mujeres y los hombres en ejercicio de la prostitución, entre otros. Porque más que informar, el amarillismo y la espectacularidad de la “chiva” de la prensa radial, televisiva y escrita; genera percepción de inseguridad en la ciudad y hoy las personas temen salir a la calle, sienten mucho miedo y apoyan ese miedo en el rechazo al desconocido y la desconfianza; lo mismo ocurre con algunas autoridades civiles y de policía que expresan en “caliente” lastimeras y ligeras apreciaciones sobre determinados hechos, más producto de la incapacidad y de la ineptitud que de un trabajo sistemático para atacar el crimen.
Para los delincuentes el legado de la cultura traqueta fue “vivir rápido y tener lo que nunca se tuvo”, entre sus paradigmas actuales están otros objetivos como: el darse lujos pequeños de consumo de drogas, tener el mejor celular (robado), tener tatuajes y piercing con aros de oro o plata, perchas a la moda (vestimenta), y una moto para pasear a las “nenas del barrio”, lo mismo que publicar en el Facebook y el WhatsApp, lo que hacen y lo que consiguen, para tener reconocimiento, los tiempos de dejar a la “cucha” con electrodomésticos, de la Medellín del cartel ya paso, ahora es otro el cuento y las bandas fuertes y organizadas, tienen sus propios propósitos como la imitación de los grandes capos de los carteles en sus gustos.
La ciudad está parcelada de acuerdo a las estructuras de dominio del microtráfico, hoy ya no operan por franquicias, son autónomas tienen poder en los barrios, manejan autoridades a través de la “mordida”, compran jueces, imponen su poder en el comercio barrial, extorsionan al transporte informal, a las ventas ambulantes y estacionarias, impuestan a los negocios y al pequeño comercio, ofertan seguridad, neutralizan y amenazan a los líderes comunales y en general expanden sus dominios porque se convierten en pequeños núcleos de poder local.
Ese panorama está sincronizado de tal manera que cualquier estrategia de seguridad debe comprender el fenómeno y la solución no puede ser el empleo de más fuerza policial o del ejército sino la inversión social en la base de la población, que son los más necesitados.
La delincuencia cohabita en todas las localidades y tiene el espejo de lo que hace la justicia con los corruptos, convencida que no hay justicia para nadie en la ciudad y en el país.
A la pregunta sobre los responsables de esta situación se diría que ellos mismos, (los delincuentes), o sea los que se ven todos los días en los noticieros con sus apelativos: el marañas, el cojo, el negro José, de Ciudad Bolívar; los Pascuales y Lusitos de Usaquén; los Mogollón, los Bambys, en Engativá; los herederos del “tren de Aragua” en el cartuchito, de María Paz y Amparo Cañizalez, los “Chichos” del Danubio, los “Profetas”, “los Fénix”, la olla de Usminia, los “Azulejos” que atracaban buses del SITP, los “Haraganes” de Bosa, que hurtaban bicicletas y motos, los “Chamos” de Usme, los Venecos (venezolanos que entraron pisando duro para expandir la frontera del comercio de drogas en Caracolí), en C. Bolívar, los “trasmi” que atracaban en las rutas troncales de Transmilenio, y así se podrían contar por miles y uno se preguntaría quién es el responsable? Será el habitante de calle, el atracador, la prostituta, el jibaro, el policía corrupto, el juez corrupto, o nosotros la sociedad extraviada y asustada por los medios de comunicación.
Todos podría decirse, como respuesta, nadie puede eludir su culpa, pero ahí comienza y termina la cadena de responsables, porque lo que aparece en los medios de comunicación es la cara visible y condenable del problema, o sea los síntomas, la enfermedad no se ataca y esa está en la desigualdad social entre otras cosas, pero quienes entonces son los responsables invisibles se podría volver a preguntar, cuáles son las manos blancas detrás del puñal, detrás de la bala, de la miseria, el estado, los gobernantes, ¿quiénes?.
Referencias
- Bazante, Gerardo. “Bacrim en la Capital”, Seguridad y defensa en la transición de la guerra a la paz: reflexiones y perspectivas. Colección Gerardo Molina. Ed Alejo Vargas-Viviana García- Universidad Nacional. Pág. 45-75 (nov. 2015)
- Bazante, G. (2010) Poderes mafiosos en la capital. Bogotá. CEACSC.
- Diálogos Dinámicas de Ciudad. (2010) CEACSC.
- Lozano, O. Archivos del señor gramatical. Ed. SKL (2016)
- Migrantes y delitos. Informe Ideas para la Paz FIP, marzo. (2021)
- Programa Jóvenes en Paz, Alcaldía de Bogotá, 2011
Periódicos
- A la cárcel por robar buses del SITP. Periódico Q’hubo. (Domingo 21-02-2021) pág. 4
- Las estructuras. Periódico Q’hubo (17-02-2021) pág. 9