Ricardo García Duarte
Rector Universidad Distrital
Francisco José de Caldas
El regreso a clases
Edición N° 12. Julio-Agosto de 2021. Pensar la Ciudad
Durante el Paro Nacional, las universidades públicas -casi todas- permanecieron en anormalidad académica. Así sucedió por efecto de la solidaridad desplegada por el movimiento estudiantil. Este hecho paralizó las actividades de docencia en los programas de pregrado. Ya durante un año dichas instituciones habían abandonado transitoriamente la presencialidad, sustituida por las clases virtuales, ante la emergencia de la pandemia. De modo que los campus y sus instalaciones se vieron huérfanos de las relaciones humanas cotidianas que les son propias.
Espacios del conocimiento, las universidades también son espacios físicos en los que circula un conglomerado de personas. Ellas entrecruzan sus vidas como habitantes del discurso cognitivo, si están en el aula o el laboratorio; o de la discusión informal y espontánea, si tales individuos coinciden en los pasillos y las escaleras o en los rincones que van poblando con sus inquietudes, con las reflexiones que les suscita el propio existir o con las opiniones al desgaire que cada uno lanza frente al acontecer nacional.
Estos espacios físicos son habitualmente hervideros de gentes y de proyectos de vida que entrelazan miles de contactos diarios en un quehacer, a la vez lleno de saberes y de interrogantes que flotan en busca de unas respuestas, en las que se van esbozando horizontes de existencia.
Sin embargo, las circunstancias extraordinarias experimentadas en los últimos meses por todo el mundo convirtieron hasta cierto punto a las universidades en unos espacios vacíos, material y socialmente hablando. Casi podría decirse de ellas que, con respecto al mundo urbano, pasaron a ser “no-lugares”, como los calificaría Marc Augé; sitios sin el sentido que les proporciona la densidad de las relaciones humanas; en este caso, las que transmiten los saberes, que se agitan en cada palabra, en cada gesto, en todo diálogo y del que son voceros los estudiantes y docentes, conjunto social que, con las expectativas de sus metas, da color y sentido de comunidad, a la existencia humana en general y en particular al paisaje urbano.
Hoy, después del paro, dicha comunidad regresa a clase; lo hace para salvar el semestre y retomar el ritmo de los programas; para recuperar el hilo extraviado de esas lógicas internas que unen el ejercicio de las pedagogías críticas.
Lamentablemente, aún tropezará con la dificultad que imponen las olas repetidas de los contagios patológicos y, por tanto, sin la suficiente presencialidad. Eso sí, con una apertura creciente para el retorno a una presencialidad gradual y segura. Pero también lo hará con la realidad de progresos significativos en materia social.
En los avances en este campo destinados a fortalecer la academia, una universidad como la Distrital Francisco José de Caldas ha hecho el esfuerzo por mantener los apoyos establecidos para los estudiantes. Por cierto, insiste en sincronizar energías con la Alcaldía y el Ministerio, a fin de darle contenido de proyecto grande a la gratuidad. Por otra parte, en materia de espacios físicos o infraestructura para la educación superior, la institución dio un paso extraordinario con el proyecto del edificio de Ingeniería, ya aprobado, cuya construcción se realizará en los próximos cuatro años.