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Óscar Iván Salazar Arenas

Óscar Iván Salazar Arenas

Director, Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Colombia

¿En qué direcciones avanza la sociología urbana?


Edición N° 10. Mayo de 2021. Pensar la Ciudad
Autor: Óscar Iván Salazar Arenas | Publicado en April 30, 2021
Imagen articulo ¿En qué direcciones avanza la sociología urbana?

Para señalar algunos de los caminos que sigue actualmente la sociología urbana, deberíamos comenzar por reafirmar el carácter inter y transdisciplinar del campo más general de los estudios urbanos. Prefiero el término “estudios urbanos” o “estudios sociales urbanos” al de “sociología urbana”, ya que las ciudades y la vida urbana son asuntos de tal complejidad, que resulta ilusorio pretender que una sola disciplina sea capaz de pensarlas. Este principio es consecuente con la posibilidad de examinar prácticamente cualquier aspecto de la vida humana en su relación con los inmensos ensamblados socio-materiales que constituyen las ciudades.

Sin pretender una revisión exhaustiva ni un estado del arte, quisiera referirme a tres tendencias que pueden describir lo que ha estado ocurriendo en los estudios sociales urbanos en la última década: 1) la renovación o persistencia de temas y teorías clásicas; 2) La centralidad de la desigualdad y la crítica a la fragmentación urbana; y 3) la emergencia de nuevos giros como las movilidades y la teoría del actor red. Se trata, inevitablemente, de una revisión parcial, con una innegable inclinación hacia mis propios intereses de investigación, pero que también se nutre de lo observado en publicaciones, agendas de varias asociaciones de sociología, antropología, estudios urbanos y los congresos de los últimos años. 

1.    Renovación y persistencia de temas clásicos

Dentro de lo ocurrido en la última década puede señalarse el decantamiento del fervor posmodernista de finales del siglo XX, que llevó a una renovación creativa y productiva de temas ya consolidados de la sociología y la antropología urbana. Entre los temas clásicos que persisten en el presente se encuentran las investigaciones sobre migrantes, que en el pasado describían diferentes aspectos de la migración interna del campo a la ciudad, pero que ahora demandan de una actualización urgente debido a la migración venezolana no sólo en Colombia sino en varios países de la región, y en los países del norte global los problemas de distintas diásporas desde el sur global. También son recurrentes los estudios sobre barrios, incluyendo aspectos de transformaciones urbanas, cultura e historia local. Otros temas clásicos que persisten son el de la violencia urbana, la seguridad, y numerosos trabajos sobre la producción y la construcción social del espacio público (plazas, parques, esquinas, calles). Muchos de estos trabajos confluyen en su mirada crítica a los efectos que han tenido en la vida de las personas las políticas neoliberales, la globalización y los procesos urbanos.

En todos estos temas se observa una buena dosis de renovación conceptual, una gran diversidad metodológica, y un descentramiento importante respecto a las ciudades principales; si bien las megalópolis son un tema obligado del siglo XXI, también empiezan a ser numerosos los trabajos sobre ciudades intermedias y pequeñas que hace unos 20 años figuraban poco en la producción académica.

Dentro de esta corriente que bebe de las tradiciones para renovarlas, se cuenta el redescubrimiento de Henri Lefebvre como figura clave, ya no sólo de las teorías marxistas, sino como un nuevo autor clásico en los estudios urbanos. Este redescubrimiento revela la coexistencia de varias tendencias que reconocen en su trabajo uno de los avances más significativos de la teoría urbana de finales del siglo XX. Pueden señalarse tres aspectos en los que Lefebvre se ha vuelto un referente obligado. Primero, el concepto de “derecho a la ciudad”, que ha tenido desarrollos recientes tanto en las corrientes más críticas como en tendencias moderadas, y ha sido también incluido como un concepto clave en el programa Habitat de la ONU. Segundo, su teoría de la producción social del espacio, desarrollada en los años 1970, que se ha mostrado productiva y pertinente varias décadas luego de ser formulada. Y tercero, la propuesta del ritmoanálisis como entrada teórica-metodológica que recientemente ha sido clave para revitalizar el análisis de la vida cotidiana en las ciudades.

2.    La centralidad de los problemas de desigualdad social

La atención a la desigualdad social y sus distintas expresiones ha sido desde hace décadas un foco de atención recurrente en los estudios urbanos y seguramente seguirá siendo relevante en las próximas décadas. En relación con la desigualdad social se encuentran trabajos que procuran comprender la segregación socioespacial en sus diferentes dimensiones, ya sea en lo residencial, el acceso a servicios públicos, salud, trabajo o transporte. La relación entre espacialidad urbana y desigualdad social también toca con frecuencia los diagnósticos de los urbanistas sobre los problemas de la fragmentación urbana y el llamado insistente a planear o intervenir las ciudades para compensar o disminuir los efectos segregadores de las ciudades fragmentadas. También en relación con los problemas de desigualdad se cuenta la crítica frecuente a la renovación urbana, los cambios de usos o la gentrificación, que pueden propiciar la expulsión de población y el deterioro de su calidad de vida.

De igual manera, la atención a la desigualdad social se relaciona con la vitalidad y productividad de las corrientes feministas en las últimas décadas. Los estudios urbanos no se han abstraído de esta influencia, y cada vez más se incorporan perspectivas transaccionales que analizan los fenómenos urbanos considerando la relación compleja entre aspectos de raza, clase, género, edad, origen étnico, entre otros. La tendencia creciente es a que los aportes de la crítica feminista se incorporen de manera transversal en un buen número de nuestras investigaciones sobre la vida urbana. Además de las implicaciones que tiene esta mirada en la apuesta por buscar ciudades más justas e igualitarias, se hace evidente el creciente protagonismo de mujeres que han hecho grandes aportes a los estudios urbanos, tales como Saskia Sassen o Teresa Caldeira, por mencionar apenas a dos de ellas.

3.    Teoría del Actor Red y giro de movilidades

Existen dos tendencias teóricas y metodológicas que han refrescado los estudios urbanos en la última década con un enorme potencial para producir conocimiento novedoso acerca de las ciudades y la vida urbana. Ambas tienen en común su renuncia a los relatos totalizantes y su foco de atención en las relaciones entre los actores y los procesos. De una parte se encuentra la influencia de la Teoría del Actor Red, desarrollada originalmente en los estudios sociales de la ciencia, pero que ha sido aplicada en los estudios urbanos. Es de especial importancia la publicación del trabajo de Farías y Bender quienes en el año 2010 compilaron un conjunto de trabajos que seguían esta perspectiva, y hacían una declaración de principios de la TAR: relacionalidad radical, simetría generalizada y principio de asociación. Se trata de una perspectiva abiertamente antiestructuralista y fuertemente comprometida con la investigación empírica.

No hay espacio aquí para desarrollar apropiadamente sus postulados, pero hay dos cambios importantes de esta perspectiva respecto a las teorías clásicas sobre la ciudad y la vida urbana. Primero, el espacio deja de ser considerado como una base estructural subyacente o un simple recurso por el cual se compite. Se trata de un actor más en una serie de relaciones en las que intervienen muchos más actores, incluidos los actores no-humanos (infraestructura, mobiliario, edificios, tecnologías, animales, vegetación, etcétera), a los cuales se les reconoce capacidad de agencia. Segundo, las ciudades no pueden ser comprendidas como unidades o universos únicos, sino como ensamblados complejos, contradictorios y paradójicos en los que coexisten múltiples mundos. No se trata de perspectivismo, sino de una ontología múltiple en continua transformación; no se trata de una realidad vista desde diferentes ángulos, sino de realidades diferentes que se entroncan unas con otras y que se pueden deshacer para recomponerse de nuevo. 

La segunda tendencia contemporánea es afín a varias de las propuestas anteriores, y corresponde al llamado “giro de las movilidades”, que, al igual que la TAR, plantea una crítica directa a las categorías rígidas y estáticas de distintas disciplinas, incluyendo conceptos fundamentales de varias ciencias sociales como sociedad, espacio, cultura o trabajo de campo. El giro de las movilidades ha renovado la comprensión de las dinámicas urbanas al realzar su carácter relacional y cambiante, así como al descentrar el foco de atención del papel del Estado, las instituciones y la agencia humana. En esta perspectiva, las movilidades dejan de ser una “caja negra” que se dan por descontadas para el funcionamiento del Estado, la economía o la ciudad, y se revela el carácter central de los sistemas de movilidades, la infraestructura y la socio-materialidad de la vida humana.

Las movilidades operan, a la vez, como tema de investigación y como perspectiva teórica de utilidad para analizar diferentes procesos urbanos, regionales, transnacionales y globales. Hay al menos cuatro grandes temas que confluyen en esta perspectiva y se cruzan en los estudios urbanos sin limitarse a ellos: el análisis de las diferentes movilidades materiales de personas, objetos e información; el análisis de las diferentes formas de movilidades espaciales permanentes o semipermanentes de las personas (migración, movilidad residencial, commuting); la comprensión de la movilidad o la inmovilidad social; y la movilidad de las multitudes, que suele ser percibida como potencial peligro para los individuos o el Estado, y que es objeto de regulación o control.

4.    Dilemas y caminos abiertos
Para cerrar quiero resaltar dos dilemas que no son nuevos y persisten en muchas de las investigaciones actuales en los estudios urbanos. Uno de ellos es el debate sobre si hacer ciudades en las que el énfasis sea la gente o hacer ciudades en las que se pueda estimular la economía. Decidirse por enfatizar una u otra cosa tiene como efecto ciudades y vidas distintas, como bien lo han documentado por años los estudios urbanos. La desigualdad social es una característica persistente en la vida urbana, y su solución o mitigación no siempre va de la mano con el crecimiento de la economía o el cambio hacia ciudades ambientalmente sostenibles.

Otro dilema implica la pregunta por cómo involucrar a las personas en la producción social de la ciudad sin olvidar el conocimiento técnico. Muchas veces los urbanistas deben desafiar ideas de sentido común muy populares que si se dejan avanzar terminan deteriorando la calidad de vida de la gente, o la viabilidad futura de nuestra vida en el planeta. En ambos casos se trataría de equilibrar la idea de hacer ciudades para la gente (no necesariamente con su participación) con el ideal democrático de hacer ciudades con la gente. Quizás algunas de las reflexiones de Richard Sennett en su libro más reciente (Construir y habitar. Ética para la ciudad) resulten pertinentes para avanzar en ese camino: ¿cómo hacer ciudades más abiertas donde puedan confluir la ville y la cité, la ciudad y la vida urbana?