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Juan Carlos Prieto García

Juan Carlos Prieto García

Politólogo, especializado en periodismo. Director de Participación y Comunicación de la Secretaría Distrital de Planeación. Twitter @jackpriga

Las personas LGBTI habitan y viven la ciudad


Edición N° 9. Abril de 2021. Pensar la Ciudad
Autor: Juan Carlos Prieto García | Publicado en March 28, 2021
Imagen articulo Las personas LGBTI habitan y viven la ciudad

Cuando pienso en mis padres, recuerdo todos los momentos bonitos que hemos vivido juntos. Debo reconocer que hoy más que nunca me siento orgulloso de su esfuerzo, de su dedicación y de todo su amor. Nunca he recibido de su parte alguna frase de desaliento o crítica a mi identidad sexual. Eso seguramente ha significado que el lugar en el que me paro sea el de un hombre gay, privilegiado, blanco-mestizo, de clase media. 

Pero acaso, ¿esta es la realidad de todas las personas lesbianas, gais, bisexuales, transgéneros e intersexuales?, ¿Podríamos simplemente generalizar y decir con bastante altura y sin titubear, que a “esos LGBT´s” nada les falta?, o es que ¡ellos tienen de todo y exageran cuando luchan por sus derechos!

Lo cierto es que, aunque a muchos hombres gays este asunto de la discriminación poco o nada les toca, e inclusive les resbala, existen otros a los que les tocó naturalizar la discriminación, la violencia. En muchas oportunidades se hacen los pendejos e ignoran desde su subconsciente lo que a todas luces es un ataque a su dignidad. El deseo de encajar en una sociedad patriarcal, el miedo al rechazo o de volver a ser rechazado, ha llevado a muchos hombres homosexuales a ir en contra de las luchas que han emprendido otras de las identidades, o incluso la suya propia o a asumir conductas misóginas y machistas como una estrategia para no ser feminizados. Hemos escuchado cosas como: “No estoy de acuerdo con la adopción de niños por parte del gay: nosotros somos muy fiesteros” Y aunque seguramente hay hombres gay fiesteros, los hay tanto como heterosexuales parranderos a los que jamás se les cuestionaría su vida nocturna con su capacidad de paternal. 

Y es que acaso ¿la apuesta homosexual de algunos hombres debe definir la agenda social LGBTI? Por supuesto que no, como ninguna agenda contraria a la igualdad y el respeto por la dignidad de las personas. Es claro que aunque existen formas de vivir y de actuar autónomas, éstas jamás pueden ir en contra de las necesidades más sentidas de personas que históricamente han sido violentadas por simplemente ser. En la actualidad, y a pesar de los avances obtenidos, nuestro país es protagonista de posturas que distan mucho de la garantía total de derechos, hoy seguimos presenciando el asesinato con sevicia de nuestras mujeres transgénero, las barreras laborales a los hombres que transitan en los géneros, las violaciones correctivas a las mujeres lesbianas y bisexuales, la invisibilidad de las personas bisexuales al considerarlas indefinidas,  el falso imaginario social que señala a los hombres gay como únicos portadores del VIH/SIDA, cuando las cifras señalan otra realidad,  sin olvidar el argumento más trillado en estas épocas: la tal ideología de género que no es otra cosa que un discurso discriminatorio disfrazado y anti derechos. 

Pero lo cruel de este asunto es que muchas de estas vivencias tan dolorosas provienen de los hogares; muchas lesbianas, gais, bisexuales, personas transgéneros son expulsadas, excluidas, violentadas física y sicológicamente en sus hogares cuando hacen visible su orientación sexual o su identidad de género. Muchas veces miramos a las personas LGBTI como violentas, fiesteras, complicadas, adictas al sexo, pero nunca como seres humanos a los que el privilegio de amar y ser amados les fue arrebatado por una sociedad que busca encajonar en el falso discurso de la normalidad, a quienes enriquecen con su diversidad este mundo.

No obstante, y aunque el panorama no es tan alentador como se esperaría, existen muchas voces que han instalado en la opinión pública mensajes y apuestas activistas importantes hacia el respeto y la dignidad de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género no normativas. Gracias a ellas y ellos, la ciudad de Bogotá fue la primera en Colombia en contar una política pública que busca garantizar los derechos de las personas LGBTI como parte del bienestar colectivo, gestión y producción de la ciudad. Bueno ¿y esto porqué es importante? ¿Esto en qué cambia la vida de las personas? ¿Si existe una política pública desde hace 7 años, por qué se siguen evidenciando violaciones a los derechos humanos de las personas LGBTI en la ciudad?

La verdad, la verdad para mí, es que este instrumento de planeación es potente y con un significado muy especial: el Estado, por primera vez en nuestra ciudad, reconoce la existencia de múltiples violencias que afectan la vida de las personas que nos construimos de forma diversa y desde la Alcaldía Mayor se toman acciones para lograr que las personas LGBTI gocen de las mismas garantías que las personas heterosexuales. Y aunque el reto es grande, es necesario reconocer que el camino está trazado y devolvernos a un gobierno que anule la realidad de la diversidad sexual es bastante improbable, aunque no imposible. 

Por ello, la institucionalización de las acciones de Política Pública en cada una de las entidades del Distrito es fundamental; es hora de pensar que las acciones a favor de la igualdad y el respeto a las personas sexualmente diversas deben ir más allá, las decisiones deben profundizarse de manera estratégica basadas en los estudios que se han realizado desde el Distrito, pero también reconociendo las vivencias de las personas en las localidades, en los barrios, en la calle con carrera en donde se han presenciado los vejámenes de la discriminación.

De la misma forma, hay que insistir, molestar, incomodar con estrategias que apunten a la desconstrucción de imaginarios y representaciones sociales negativas y la instalación de un mensaje de respeto por la otredad, inclusive con mensajes más amplios sobre la igualdad, inclusive del matrimonio y adopción de niños y niñas por parejas del mismo sexo.  En síntesis, naturalizar lo extraño, lo que por años hemos intentado esconder sin reconocer que la diversidad es tan natural como la misma humanidad. Y aunque la brecha sigue siendo amplia, los tiempos han cambiado, dejando entrever que cada vez muchas personas migran al lado correcto de la historia, al lado en qué las verdades absolutas no cuentan, en que los bandos, el negro y blanco, pasan desapercibos entre una multiplicidad de colores, sabores, experiencias y posibilidades. 

No todo está perdido, pero tampoco todo está ganado, y es la razón que nos mueve a implementar acciones desde el plano simbólico, desde la movilización y la transformación, que permitan enseñar a aquellos incrédulos que viven en el misticismo de una sexualidad moralista que impone el deseo de una persona sobre la otra, anulando vidas, formas de apropiarse de la ciudad y desconociendo la humanidad de muchas y muchos.