Claudia Luz Piedrahita Echandía
Directora del doctorado en Estudios Sociales. Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Mujeres y agenciamientos ¿un problema de género o de diferencia por grados de potencia?
Edición N° 11. Junio-Julio de 2021. Pensar la Ciudad
Dando respuesta al título de este artículo, voy a dar una especie de rodeo desde la filosofía de diferencia, antes de referirme a las mujeres que en medio de esta pandemia y de las profundas crisis sociales a las que asistimos en Colombia y Latinoamérica, se han atrevido a existir de otra manera, a dejarse invadir por flujos que decodifican las subjetividades sexuadas en clave femenina, y a encarnar un poshumanismo y posantropocentrismo que ha dejado atrás las estratificaciones de géneros, clases y especies.
El centro de esta reflexión es afirmativa y consiste en mostrar que no todos los cuerpos de mujeres de una sociedad que avanza en la maquinaria capitalista, responden a la codificación y la captura de su diferencia-diferenciante (1); siempre quedan excedentes en estos cuerpos mutantes, en estas desterritorializaciones que interpelan un capitalismo que aspira siempre a recuperarse, a permanecer, a reinventarse, mediante dos operaciones: a) convertir la diferencia en el enemigo, el desadaptado que debe ser marginado, invisibilizado o aniquilado, b) desvanecer ese excedente decodificador, mediante la “reinvención de territorialidades artificiales, flotantes, imaginarias” (Deleuze, p.30) donde se recodifican estos cuerpos de mujeres que se resisten a ser capturados en el engranaje capitalista sexualizado y feminizado.
Ahora, lo que impide estas capturas es precisamente el plano de los afectos, o más bien, el poder de ser afectado, las conexiones, la sensibilidad frente al otro que transcurre más allá de las identidades asignadas (2). Esto implica tener la capacidad de ver las circunstancias del otro, desligada de los códigos y los significados; de los géneros y las especies. Ver en ese otro ser su potencia, lo que puede un cuerpo independientemente de ser un hombre, una mujer, un animal. Así que, aunque enfatizamos en este artículo en el devenir mujer mutante, también reconocemos que no se trata exclusivamente de un problema de género, sino de la afirmación de la vida y del poder que posee cada cuerpo al afectar y dejarse afectar. Lo que cuenta son las trasformaciones y estas están hechas de afectos e intensidades; de movimientos del deseo. Solamente en el movimiento del deseo se produce la diferencia-diferenciante, lo que lleva a una mujer a metamorfosearse y siempre a partir de múltiples conexiones que llegan de afuera.
No se recurre a la figura del desarrollo, los fines y la intención, sino al fluir de los afectos y el deseo. “¿En qué consisten entonces las diferencias en los seres? La única diferencia concebible (…) será, evidentemente, la diferencia de los grados de potencia de un cuerpo. Las vidas no se distinguen por su forma, su género, su especie, eso es secundario. Todo lo que es, se remite a sus grados de potencia. (…) Es una cuestión de agenciamientos en los cuales cada ser es capaz de entrar” (Deleuze, 2017, p.286).
Sin embargo, para vivir de esta manera y para percibir diferencias que no tienen referencia en lo Mismo, es necesario experimentar, avanzar en formas de existencia alternativas, agenciamientos que reflejan los grados de potencia de un cuerpo. Este es un punto central en Diferencia y Repetición (Deleuze, 2016), donde el autor se pregunta por la posibilidad de existir con capacidad para pensar, imaginar y sentir de otra manera, o sea, por la posibilidad de crear nuevos espacios y tiempos. En este proceso, el cuerpo orgánico, da paso a un cuerpo que se define desde las potencias que puede experimentar en relación con otras; por la posibilidad de hacer un cuerpo colectivo en presencia de potencias animales, vegetales, sociales, políticas, cósmicas. Estos cuerpos no son fijos; son volátiles, nómadas, se forman y se disipan y transitan entre lo organizado y lo inmanente (3). Son máquinas de guerra nómadas (4) que no crean porvenir, sino “pueblo por venir” que no se someten a las lógicas del consumo y el mercado mundial. Se trata de hacer existir lo que no tiene legitimidad y que no es claro ni perceptible para aquellas subjetividades capturadas que definen lo mayoritario, en tanto se hace causa común con multiplicidades imperceptibles. (Lapoujade, 2016, p. 274-275).
Cuando hablamos de mujeres que transitan en los bordes y en devenires extraños, no existe un criterio universalista. Hay grados de potencia que diferencian a una mujer que transita en un plano de composición, de otra mujer capturada en la brujería capitalista (Isabel Stengers, 2018) y también se diferencia de hombres encerrados en un sistema patriarcal, que no son todos los hombres. Ahora, a estas potencias les corresponden afecciones e intensidades de las que una mujer es capaz, y esto se expresa, en la dirección que toma su accionar político, en sus sensibilidades y sus posibilidades mutantes. Según Spinoza, a mayores afecciones e intensidades tristes, menor grado de potencia y a menores afecciones alegres, luminosas, mayor grado de potencia.
Ahora, ¿Por qué dar este rodeo filosófico de los afectos, las intensidades y los grados de potencia en relación con mujeres que realizan cambios o metamorfosis sobre si mismas? La razón tiene que ver con el alto protagonismo político de las mujeres en las actuales condiciones sociales de Colombia, su alta participación en las movilizaciones y las resistencias -años 2019-2021- al actual gobierno, pero también los lugares significativos que están ocupando algunas de ellas en el periodismo, en los poderes estatales, los organismos gubernamentales, y en general en lugares de poder del sector público y privado. O sea, diciéndolo de manera muy sintética, porque las afecciones y sus intensidades, permiten entender la política; siempre se trata de una cuestión de política –no de psicología o psiquiatría- y de entender las reales diferencias entre una mujer y un hombre o entre una mujer y otra mujer, que como ya lo planteamos más atrás, no tiene nada que ver con el género, sino con las afecciones que puede expresar cada una/uno y que permiten o impiden los agenciamientos.
Colombia es en este momento un país polarizado donde lo que está primando son afecciones relacionadas con el odio, el resentimiento y la mala conciencia (Nietzsche, 2011). El poder del Estado, del actual gobierno, del patriarcalismo, de las fuerzas militares funciona de esta manera: se poseen los cuerpos afectándolos con depresión, sufrimiento y desesperanza que disminuyen las potencias, y esto se ajusta, con afectos de resentimiento, odio, ira, mala conciencia, remordimiento, provenientes de fuerzas restrictivas que impiden los diálogos, las marchas pacíficas, la recuperación de la esperanza y la dignidad. Sin embargo en medio de todo este panorama despreciativo e impensable que constituye la moral del odio, disfrazada de la moral de la “gente de bien”, se alzan voces de mujeres, muchas mujeres, que resisten desde la alegría, el arte, la estética y también algunos hombres que están marcando un “devenir mujer” (Deleuze y Guattari, 1994) o sea, están creando nuevas maneras de existir que los distancian de los privilegios del patriarcalismo.
El devenir mujer no es una práctica exclusiva de las mujeres; es un agenciamiento que da lugar a mutaciones en presencia de eventos intensivos que llevan a una mujer o a un hombre a metamorfosearse en el afuera de las lógicas patriarcales. Este es un proceso de orden político y ontológico que configura cada vez mayores conexiones y contagios que nos llevan a convertirnos en algo distinto y siempre en el afuera del patriarcado. Es el componente central de las máquinas deseantes y máquinas de guerra y está hecho de deseo; pero no deseo de objeto sino de aquellos afectos intensos que se encuentra en el medio de las conexiones que se establecen en colectividades, y para el caso actual, colectivos que reivindican la vida en Colombia. En el agenciamiento hay una relación entre elementos heterogéneos, que comparten un territorio, formas de desterritorialización y un devenir en la diferencia. Por esta razón es un concepto que unido al de máquina de guerra y la intensidad de los afectos alegres, le da una configuración a estas movilizaciones en Colombia que se guían por la “fuerza de la no violencia” (Buttler, 2020).
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(1) En contraste con otros sistemas del pensamiento occidental que enfatizan en la identidad, Deleuze (2016) se enfoca en la diferencia y en el devenir. No se refiere a diferencias estáticas que resultan de copias de un modelo, o más de lo Mismo, con el cual se mantiene una relación contigüidad o de semejanza; lo que le interesa a este autor es la manera como se crea la diferencia (diferenciante) y cómo va mutando esa diferencia a través del tiempo, ya que es precisamente en esta creación donde se instala la posibilidad del devenir. Este autor, plantea que lo diferenciante es la segunda parte de la diferencia, de tal manera que al nombrar la diferencia en sí misma recurre a una actualización de la diferencia a través de lo virtual, que es precisamente lo diferenciante. En esta actualización se crean espacios y tiempos propios que avanzan de lo virtual a lo actual e instauran la creación.
(2) Deleuze se refiere al plano, como plano (geométrico o cartográfico) y como plan (en el sentido de propósito). Diferencia entre un plan teológico, de trascendencia, de desarrollo articulado a formas de organización y de construcción de sujetos, de un plano de inmanencia que no tiene referentes y que es captado por su propia composición. En la inmanencia y la consistencia no hay organización ni desarrollo, sino composición; no hay formas, sino relaciones de velocidad entre moléculas, y tampoco hay subjetivaciones, sino afectos y fuerzas impersonales.
(3) En la filosofía de Deleuze se plantea un plano de organización y desarrollo y otro plano de composición o de inmanencia. Cada uno refleja modos distintos de realizar conexiones: en el plano de organización, las conexiones son limitadas, estables, homogéneas; mientras que en el plano de composición se aumenta el número de conexiones y además se crean otras relaciones con las que se transita por espacios lisos, no estratificados.
(4) La máquina de guerra se refiere a una contención colectiva frente a la hegemonía capitalista. No es hacer la guerra en el sentido negativo y tradicional. Se trata de buscar alternativas para a vida y no para la muerte; inventar otros territorios que constituyen un afuera absoluta del sistema capitalista. El movimiento propio de la máquina es el contagio; ésta siempre es permeable y abierta al cambio y transita en una lógica diferente a la legalidad estatal y capitalista. Esta figuración, alternativa al fascismo, tiene que ver con los planeamientos de pasiones y conexiones alegres de Spinoza, e igualmente se refiere a evitar encuentros negativos impulsados por fuerzas autodestructivas. En general, una máquina de guerra, un agenciamiento, busca la creación de un nuevo pacto social entre las subjetividades en conflicto, una legalidad alternativa y nuevos territorios de paz, dignidad y esperanza.
Referencias Bibliográficas
BUTLER, J. La fuerza de la no violencia. Paidós, 2020.
DELEUZE, G. Derrames. Entre el capitalismo y la esquizofrenia. Cactus, 2017.
DELEUZE, G. Diferencia y Repetición. Amarrortú, 2016.
DELEUZE, G. y GUATTARI, F. Mil Mesetas. Pre-textos, 1994.
LAPOUJADE, D. Deleuze. Los movimientos aberrantes. Cactus, 2016
NIETZSCHE, F. La genealogía de la moral. Alianza editorial, 2011
STENGERS, I. Y PIGNARD, P. La bujería capitalista. Hekht Libros, 2018.