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Ricardo García Duarte

Ricardo García Duarte

Rector Universidad Distrital

Francisco José de Caldas

Nota Editorial. Las dos ciudades hoy


Edición Nº 2. Julio de 2020. Pensar la Ciudad
Autor: Ricardo García Duarte | Publicado en July 17, 2020
Imagen articulo Nota Editorial. Las dos ciudades hoy

La ciudad de hoy se caracteriza por la coexistencia de dos dimensiones en una misma realidad física y social, pues en ésta conviven el agregado de habitantes tan diferentes entre sí y la comunidad política cuyos miembros, los ciudadanos, conservan la esperanza de la igualdad. Son dos expresiones de ciudad en una sola experiencia colectiva, a la vez estresada y alegre, la de cohabitar, la de juntarse de un modo permanente para construir simultáneamente un territorio y un tiempo compartido. 

En la ciudad natural, la de los lazos sociales territorialmente definidos, brotan la espacialidad, la densidad y la movilidad. En la otra dimensión, la política, nace el mundo de los derechos y de la acción pública. En la primera, además de los intercambios culturales, quizá prevalezcan los intereses y la búsqueda de identidades, algo que más de uno, con una dosis de buen atrevimiento, podría denominar la sociedad civil urbana, un verdadero pleonasmo pues fue en la ciudad moderna en donde germinó la sociedad civil. En la segunda, emerge el ciudadano, capaz de representar los destinos del grupo, dispuesto a sacudirse la costra ancestral del profeta que guiaba al pueblo religioso y convertirse en el dueño de las trincheras a fin de conquistar pedazos de historia para el pueblo insurrecto y levantisco, desobediente de los mitos que exigen la sumisión. 

Entre la ciudad como sociedad civil y como comunidad política, empuja, como vegetación entre la arcilla y la tierra, la justicia, forma de organización normativa, íntimamente asociada con el surgimiento del mundo urbano libre. Ciudad y justicia. Paralelismo increíble que, por cierto, dio lugar a la filosofía política, cuyo origen radicó en la pregunta de cómo podría ser justa la ciudad y acaso feliz. Lo sería si cada uno de sus miembros hiciera bien aquello que estuviera en condiciones de hacer, para lo que estaba preparado, como si estuviera asistido por una vocación; y, de paso, recibir lo que le correspondiera. O sea, puro equilibrio social, pero en el lenguaje de Platón. 

Dicho de otro modo: distribución de funciones y capacidades; además, recompensas adecuadas, algo propio de la sociedad natural, cabal asignación de recursos. ¿Y en la comunidad política? Organización de la autoridad para garantizar los derechos y la distribución equitativa. Así, la justicia, razón de ser de la ciudad, haría parte de la órbita de los intereses y la necesidad; igualmente, del mundo del poder, es decir, los consensos, la comunidad de los ciudadanos. 

La forma de garantizar la justicia, tanto en la sociedad civil como en la comunidad política; en la ciudad natural y en la ciudad democrática, es la de constituir un sistema de contrato social siempre abierto, en condiciones de reproducirse y de ampliarse, por la simple circunstancia, para decirlo en los términos del Premio Nobel Buchanan, de que los individuos, ante los riesgos de perder parte de los recursos que poseen en el maremágnum de los egoísmos encontrados, prefieran ceder algo, con el propósito de afianzar sus derechos, en una especie de contractualismo constitucional,  que consolide acuerdos en la ciudad, al tiempo que ensancha la distribución de bienes y servicios en manos de todos, del modo más incluyente posible; tanto en materia de ingresos como de bienes públicos intangibles; y ahora también del disfrute de un sano medio ambiente.