Jorge Iván González
Doctor en Economía, profesor universitario, consultor
Soñando con el final de la segregación
Edición N° 11. Junio-Julio de 2021. Pensar la Ciudad
Todas las ciudades tienen algún nivel de segregación socioeconómica en el espacio. Esta realidad es inevitable! Y, además, la presencia de niveles de segregación razonables puede ser conveniente. Es usual que en las grandes ciudades los chinos se junten con los chinos, los latinos con los latinos, los árabes con los árabes, etc. Estas modalidades de segregación tienen bondades intrínsecas, relacionados con la solidaridad, el apoyo familiar, la eficiencia económica, la facilidad del idioma nativo...
La tendencia a la segregación tiene raíces sociales profundas. Allí convergen los aspectos políticos, culturales y económicos. La segregación es un fenómeno complejo multicausal. Una vez que las personas se agrupan comienzan a desarrollar mecanismos internos de protección y solidaridad. Se va creando una identidad colectiva que ayuda a pelear por ciertas reivindicaciones. Pero estas bondades que se derivan de la solidaridad y de la protección colectiva, también se convierten en estímulos a la segregación.
Las interacciones, de todo tipo, entre nacionales que viven en otro país, pueden ser muy útiles para todos. Pero, claramente, no es conveniente una segregación excesiva. A raíz de los atentados terroristas en Paris y Bruselas, se ha hecho evidente la profunda segregación en la que vive la población árabe. En las escuelas belgas que están situadas en los barrios de mayoría árabe el nivel educativo es inferior al de los otros colegios públicos. La exclusión espacial tiene implicaciones políticas y se puede expresar en violencia urbana, como ha sucedido en Europa y, específicamente, en Paris.
Siempre es pertinente la pregunta sobre el grado de segregación que se considera razonable. Desde la administración Petro, en Bogotá Humana, se propuso la siguiente respuesta: “Bogotá no será segregada el día en el que los niños pobres estudien con los niños ricos”. Se han logrado avances significativos en el mejoramiento de las condiciones educativas de los pobres. La infraestructura de los colegios ha mejorado considerablemente, se han fortalecido los comedores, se ha avanzado en la calidad educativa, se han aumentado las ofertas de transporte escolar... Pero la ciudad todavía está muy lejos de que los pobres estudien con los ricos. El día en el que Bogotá llegue a esta situación, se podría afirmar que el nivel de segregación se ha reducido hasta un nivel razonable. La prueba reina de la ausencia de segregación sería aquella situación ideal en la que convivieran, en el mismo colegio, los niños ricos y pobres. Bogotá está lejos de lograr este propósito.
A medida que el ingreso sube, las familias prefieren los colegios privados y exclusivos. La desigualdad del ingreso y de la riqueza ha ido consolidando un panorama urbano que acentúa la diferencia entre pobres y ricos. La igualdad es un componente central del actual plan de desarrollo, Un Nuevo Contrato Social y Ambiental para la Bogotá del Siglo XXI, y en la medida en que la ciudad vaya siendo más incluyente, se irá reduciendo la segregación.
En el estudio de la segregación se debe tener en cuenta la variable con respecto a la que se hace el análisis (ingreso, condiciones de vida, acceso a equipamientos, etc.). En Bogotá se observa que la segregación es mayor por ingresos que por acceso a equipamientos. Igualmente, es importante considerar el nivel desde el que se mira. Cuando el planeta Tierra se observa desde la Luna no hay segregación porque aquí convivimos todos. La segregación va aumentando a medida que el nivel espacial se va reduciendo: país, ciudad, localidad, barrio y manzana. Las estimaciones de la segregación que se han realizado para Bogotá tienen como punto de referencia la localidad. La localidad menos segregada es Chapinero, que permite algún nivel de mezcla socioeconómica. Ciudad Bolívar es profundamente segregada porque allí predominan las personas pobres.
La raíz de la segregación es la mala distribución del ingreso que existe en el país, y en la ciudad. Si la concentración no fuera tan alta, la segregación sería menor. Los gobiernos locales pueden incidir en el mejoramiento de la distribución del ingreso, pero las decisiones relevantes corresponden al gobierno central, que determina los impuestos a las rentas y los patrimonios. La concentración del ingreso y de la riqueza se ha ido acentuando. Y el proceso continuará empeorándose, sobre todo ahora con el Covid-19. La propuesta de reforma tributaria que acaba de presentar el Gobierno al Congreso tendrá un impacto nefasto en la distribución del ingreso. La concentración de la riqueza se acentuará. Cuando la distribución del ingreso empeora, la segregación se agudiza. Si la familia dispone de más recursos busca alternativas urbanísticas exclusivas. La lucha contra la segregación tiene que estar articulada a políticas tributarias que reduzcan la brecha del ingreso disponible.
En los Estados Unidos la segregación ha ido aumentando porque la distribución del ingreso ha empeorado. Las familias de altos ingresos buscan áreas exclusivas, que las distancian de los demás. La segregación se combate de raíz con una mejor distribución del ingreso. Tanto en el país como en Bogotá se ha logrado muy poco en la disminución de la concentración del ingreso y de la riqueza. Dada esta limitación estructural se debe buscar que las personas, independientemente de su ingreso, compartan el espacio, los equipamientos y los bienes y servicios de la ciudad.
Distintos niveles de segregación
Segregación alta Segregación media No segregación
La figura ilustra tres modalidades de segregación, que han sido descritas en diversos documentos de la Secretaría de Planeación Distrital. Al lado izquierdo la segregación es alta porque no hay mezcla entre círculos, triángulos y cuadrados. En el lado derecho se representa una situación en la que sí hay mezcla y, por tanto, no hay segregación. Entre los dos extremos se pueden presentar diversas situaciones intermedias. Desde el punto de vista normativo siempre se podrá argumentar a favor de uno u otro escenario. Cualquier posición tiene justificaciones éticas. En lugar de entrar en debates complejos sobre las ventajas de cada una de las alternativas, es pertinente hacer un llamado al sentimiento moral, en el mejor sentido de Adam Smith, y afirmar que una sociedad es buena si los niños pobres estudian con los niños ricos. Y además de la bondad ética de esta premisa, la mezcla tiene enormes ventajas, sociales y económicas.
La segregación, cuando pasa de determinado nivel, es un mal social. En Bogotá es sumamente difícil eliminarla. La reducción de la segregación es un objetivo legítimo de política económica. Y en las coyunturas específicas cada sociedad va definiendo los niveles razonables de segregación. Todas las mediciones indican que en Bogotá la segregación es elevada, y ello tiene implicaciones negativas en la calidad de vida de sus habitantes. El teatro El Ensueño, en Ciudad Bolívar, que se acaba de inaugurar, es un avance relevante. Muestra que la distribución de equipamientos puede ser más igualitaria y favorecer a todos.
La segregación incide de manera negativa en la calidad de vida. Los barrios pobres tienen mayor desempleo e inseguridad. Incluso, el solo hecho de informar la dirección donde se vive puede ocasionar rechazo en el mercado laboral. Ciertos barrios generan un imaginario que es repudiado por la sociedad, y de allí se derivan procesos endógenos perversos. La segregación también se construye de manera simbólica, y para quienes son segregados los costos de las transacciones son más altos.